domingo, 18 de agosto de 2013

Una utopía realizable: la economía del bien común. Plántate, Envía Verde. Limonium Canarias. Oceanográfica

UNA OPCIÓN DIFERENTE PARA SALIR DE LA CRISIS

Un grupo de empresarios canarios apuesta por la economía del bien común

IVÁN SUÁREZ
Una decena de empresas de las islas está apostando por un modelo de negocio basado en valores éticos. Algunas son pioneras en aplicar las tesis de Christian Felber en España.

 
Canarias ha retrocedido cuatro décadas en los indicadores que miden el nivel de desigualdad social. La brecha entre ricos y pobres ha aumentado un 25% en cinco años de crisis económica, según el último informe del Consejo Económico y Social (CES) de España, que sitúa al Archipiélago como una de las regiones, junto a Andalucía y Madrid, con los peores registros en materia de igualdad. La última Encuesta de Población Activa (EPA), elaborada por el Instituto Nacional de Estadística (INE), refleja que la tasa de desempleo ronda el 33% en unas islas donde se han cerrado más de 12.000 empresas entre 2007 y 2012. Cáritas ya ha advertido que la pobreza amenaza a la mitad de la población canaria.
En toda España, el peso en los ingresos familiares de los recursos procedentes de las prestaciones sociales ha crecido del 18% de 2005 al 48% de 2010, según revela el estudio ‘Desigualdad y Estado Social’ realizado por la Fundación 1º de Mayo, que también señala que la renta de los trabajadores bajó un 6,2% desde el estallido de la burbuja inmobiliaria hasta el pasado año. Mientras, los beneficios empresariales se han incrementado un 2,7% en el mismo periodo  y la cifra de millonarios, de ciudadanos con un activo financiero de al menos 740.000 euros, ha subido un 5,4% en 2012.
 La tasa de desempleo ronda el 33% en unas islas donde se han cerrado más de 12.000 empresas entre 2007 y 2012. Cáritas ya ha advertido que la pobreza amenaza a la mitad de la población canaria.
La crisis económica ha acentuado la polarización de la sociedad española,  que ya padecía una importante fisura desde hace décadas por factores  vinculados a la estructura del  sistema productivo. Ante unos datos tan demoledores, tras los que se esconde el sufrimiento de un sector de la población cada vez mayor, son numerosas las voces que vienen reclamando desde hace tiempo un cambio de paradigma económico, un sistema alejado del modo de proceder de las grandes corporaciones que se han enriquecido con operaciones especulativas y una concepción cortoplacista y depredadora de la actividad empresarial.  
Desde el pasado mes de diciembre, en la isla de Gran Canaria ha comenzado a abrirse camino un grupo de empresarios que promueve la denominada Economía del Bien Común, una propuesta formulada por el austriaco Christian Felber, profesor de Economía de la Universidad de Viena. Felber articula un discurso que intenta conducir el descontento y el deseo  de cambio de los ciudadanos hacia un nuevo modelo que prime a las empresas que desarrollen valores que la sociedad considera positivos en las relaciones personales, como la cooperación, la confianza o la solidaridad, y que castigue a aquellas compañías que se muevan por un desmedido afán de lucro y por lo que llama ‘contrapetencia’, es decir, la competencia destructiva, aquella que intenta hacer desaparecer a la otra empresa para poder ocupar su espacio y acumular más poder.
El proyecto impulsado por Felber cambia las reglas de juego del capitalismo. El beneficio económico, el dinero,  ya no es el fin de la actividad empresarial, sino un medio para alcanzar su objetivo último: conformar un nuevo orden económico que anteponga la contribución al bien común,  la gestión y venta ética, la calidad del puesto de trabajo, el reparto justo de la renta, los procesos de democracia interna y de transparencia y la reducción de los efectos ecológicos a la cuenta de resultados financieros.
Matías González, doctor en Economía Aplicada por la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria, explica que el proyecto parte de una impugnación global del orden económico. “El actual ordenamiento está fundamentado en principios y normas que conducen cíclicamente a situaciones de profunda crisis con secuelas de tasas de desempleo extraordinarias. Además, está instalado en una crisis estructural permanente, que se agrava cada vez más, entre la capacidad de la naturaleza de proveer recursos y la velocidad a la que el sistema económico lo demanda, con una huella ecológica que ya es tres o cuatro veces el tamaño del planeta”, dice.     
Esta impugnación del sistema cristaliza en un movimiento de ciudadanos, empresas, asociaciones… que intenta construir una alternativa económica a partir de un elemento que González considera clave: la toma de conciencia de nuestro poder como ciudadanos cuando decidimos qué comprar, dónde depositar nuestros ahorros y a quién dar o quitar poder en función de cómo actúe y qué beneficios reporte a la sociedad. “Una alimentación de proximidad, de kilómetro cero, ecológica, va a configurar un sistema productivo que prioriza la calidad y que preserva el paisaje”, expone como ejemplo el profesor universitario.
Balance del bien común
Para concretar la contribución de las empresas al bien común, el proyecto de Felber aplica una herramienta, la matriz del bien común, que permite auditar a las empresas y otorgarles una puntuación en función de determinados parámetros.
El proyecto del austriaco Christian Felber cambia las reglas de juego del capitalismo. El dinero ya no es el fin. El beneficio financiero pasa a ser un medio.
Entre los 17 indicadores que valora la Economía del Bien Común se encuentran la limitación de la diferencia entre el sueldo mínimo y el máximo (el economista plantea que no se supere la proporción 1:20); la eliminación de la brecha salarial entre hombres y mujeres; la reducción del  horario de trabajo retribuido (hasta las 30 horas semanales) y de las horas extra; la imposición de un salario mínimo que garantice unas condiciones de vida dignas (en España se situaría en torno a los 1.000 euros); la oferta de productos ecológicos de calidad; la reducción de efectos medioambientales hasta reducir a cero la huella ecológica (emisión de dióxido de carbono); el apoyo mutuo y la cooperación con otras empresas, la toma de decisiones entre todos los trabajadores, o no repartir beneficios a propietarios externos, que no trabajan en la empresa.
De esta matriz sale una puntuación que determinará la contribución de la empresa al bien común y que se ubicará en los códigos de barra de los productos con una marca de color –rojo (de 0 a 200 puntos), naranja (de 200 a 400), amarillo (de 400 a 600), verde claro (de 600 a 800) o verde oscuro (de 800 a 1.000)- y un pequeño resumen para que el cliente conozca quién lo fabrica y cómo lo hace, en qué condiciones. 
Hacia un nuevo ordenamiento jurídico
Matías González sostiene que, en el ámbito económico actual, la empresa de éxito es “amoral, asocial, tiene un fuerte impacto ecológico y, normalmente, está radicada en paraísos fiscales”. “Si uno se comporta como un caimán, como un lobo, progresa, pero lo hace a costa del otro, de provocar más sufrimiento humano del que podemos imaginar. La EBC quiere recuperar la democracia real, que ha sido secuestrada por un conglomerado de intereses con las grandes corporaciones y las élites políticas que se subordinan a ellas y que priorizan sacar de la crisis a quienes la han provocado”, asevera.
Y es que tras esta impugnación del sistema que se manifiesta en un movimiento de ciudadanos y empresas que toma conciencia de su poder de transformación y lo ejerce de forma responsable, la Economía del Bien Común plantea un horizonte más ambicioso. Este proyecto económico alternativo, que se formula ‘de abajo a arriba’,  aspira a crear un nuevo ordenamiento jurídico con un sistema fiscal donde las empresas que más contribuyan al bien común paguen menos impuestos y las que más daño produzcan a la sociedad y al medio ambiente asuman una mayor fiscalidad.
“Este sistema modificaría los precios relativos. Los bienes y servicios producidos con un comportamiento moral, social y ecológico, que ahora son más caros, serían más baratos. Así los ciudadanos tendrían un incentivo para consumir los productos que fabriquen las empresas que tengan un mejor balance del bien común”, afirma González.
Para el doctor en Economía, la propuesta de Felber no guarda ninguna similitud con la responsabilidad social corporativa, ya que, a su juicio, ésta se ha convertido en “una pequeña expresión de voluntad de hacer algo positivo para la sociedad incluso en empresas cuya esencia es profundamente antisocial”. “Una empresa puede hacer de una actividad el 99,5% antisocial, puede usar mano de obra infantil o arrasar el entorno,  y luego, sin modificar esto, hacer dos o tres acciones al año que se incluyen en su declaración de responsabilidad social. El balance de la EBC sería 0 o negativo, ese 0,5% en absoluto compensaría la actividad antihumana”, agrega. 
El pleno empleo y los años sabáticos
¿Es posible crear un sistema económico de pleno empleo que además  garantice un salario digno a los trabajadores para satisfacer sus necesidades? Para los impulsores de la Economía del Bien Común no es una quimera, no sólo es deseable, sino que también es factible. El proyecto plantea reorientar el potencial productivo que el ordenamiento económico vigente ha destruido hacia el diseño y la construcción de empresas guiadas por la identificación de necesidades sociales y por la satisfacción de las mismas. Según Matías González, “la sociedad atesora suficiente potencial para generar oportunidades para toda la población activa”. 
Por otro lado, la Economía del Bien Común recoge propuestas que ya se comenzaron a escuchar en los años 80 sobre el reparto del tiempo de trabajo, como la concesión de un año sabático a los trabajadores tras una década de ejercicio en la profesión para liberar oportunidades que permitan emplear al conjunto de la población. “La EBC no puede vender duros a cuatro pesetas. La economía sostenible que pregona este modelo es mucho más intensiva en mano de obra, la producción de energías renovables da más trabajo que la convencional, la agricultura ecológica incorpora más mano de obra con el mismo coste”, menciona a modo de ilustración el profesor universitario.
Además de la reorientación de las actividades de producción y del reparto del tiempo de trabajo, la meta del pleno empleo se conseguiría con la ya mencionada redistribución de los niveles retributivos en las empresas. “En el sector financiero de Estados Unidos, el ingreso más alto es hasta 360.000 veces más alto que el más bajo. No hay nada que lo justifique, es inmoral. Las diferencias pueden ser de 1:10, 1:20 o incluso 1:30, pero nunca de 1:360.000. Si bajas el salario más alto hasta 1:10 puedes subir el de varios miles”, explica.
González rechaza el planteamiento de algunos economistas que defienden que la reducción de esta brecha salarial puede desincentivar a los trabajadores más talentosos: “¿Qué talento, el de individuos que inflaron con operaciones absolutamente tóxicas el valor de los activos para hacerse ricos y luego pincharlos? Un ser humano que además de muy capaz sea muy sensato consideraría razonable cobrar como mucho 20 o 30 veces más que el que menos cobre. Los que no quieren ni oír hablar de esto son una estricta minoría, que ya se conoce y se tiene identificada, y los que viven de la relación que han establecido con éstos, algunas élites políticas”.
Una utopía realizable
En el primer capítulo de su libro sobre la Economía del Bien Común, Felber dice que si creyera que la propuesta no tiene ningún viso de poder enraizar en la sociedad, no se hubiera tomado la molestia de impulsarla. El austriaco se basa en los datos de una encuesta realizada por una prestigiosa y solvente fundación alemana, Bertelsmann, que concluye que el 88% de los alemanes y el 90% de los austriacos anhelan un cambio de modelo económico.
Para conseguir la meta del pleno empleo, propone reorientar las actividades productivas, un reparto del tiempo de trabajo y la redistribución de salarios.
‘’Hay un deseo transformador, pero no hemos encontrado la forma de llegar a ello porque nadie confía en alcanzar una sociedad diferente por votar a un partido diferente, la Economía del Bien Común también quiere cubrir el déficit de participación ciudadana”, señala el doctor Matías González, que cita estudios de investigación de las últimas décadas en psicología social y economía del comportamiento para sostener que la acumulación material no tiene una incidencia significativa en la felicidad de las personas. “Segregas más hormonas de la felicidad cuando compartes lo que tienes que cuando te apropias de lo que no te corresponde, los valores que hacen que nos sintamos personas o sociedades de éxito no están alineados con el egoísmo”, apunta.
Aunque la Economía del Bien Común nace de un planteamiento que pudiera parecer utópico, para el profesor de Economía Aplicada es un proyecto “perfectamente realizable desde este mismo momento y que ya se está realizando”. De hecho, cada vez son más las empresas que se han embarcado en la iniciativa o que han mostrado interés en una propuesta que, por otro lado, ha dado nombre y cobertura a algo en lo que ya creían muchos empresarios y que han venido aplicando como filosofía de negocio en los últimos años.
En la isla de Gran Canaria, empresas como Oceanográfica o Limonium Canarias, que están siendo auditadas, han sido pioneras en la aplicación de un modelo que ya están implantando, con mayor o menor grado de desarrollo, otras como Huertos El Farmero, Red.es, La Raíz, Diego Delgado nutricionistas, Plántate, Envía Verde, MBR Gestión o Apartamentos El Paseo.
A nivel comunitario, el desarrollo de la Economía del Bien Común es todavía incipiente, aunque en algunas zonas se han experimentado importantes avances. En una región austriaca las autoridades se han comprometido a elaborar políticas para promover el bien común, estableciendo incentivos para que las empresas orienten sus trabajos en esta dirección, prestándoles asistencia técnica o promocionando determinados tipos de consumo.
En Gran Canaria, ayuntamientos de la comarca del sureste como Agüimes y Santa Lucía también han realizado los primeros movimientos  para tratar de fomentar la implantación en estos municipios de empresas que operen con estos valores. Matías González advierte, no obstante, que habrá que extremar las preocupaciones ante la posibilidad de que la propuesta intente instrumentalizarse desde determinados ámbitos políticos y económicos.
‘’Hay gente que ya no se siente como el llanero solitario, sino partícipe de una idea y un movimiento que comparten cada vez más personas, que da energía para seguir batallando en esta tarea. Hay un saludable entusiasmo en los que siguen haciendo las cosas que ya hacían, pero ahora con un renovado ímpetu. El mundo ya está cambiando con la Economía del Bien Común”, concluye el profesor de la ULPGC. 
Oceanográfica
En 2011 fue nombrada por la Comisión Europea como una de las 50 historias de éxito de jóvenes empresarios europeos. Fundada en 2002 por dos licenciados en Ciencias del Mar, Oceanográfica es una empresa de divulgación científica que paga a sus trabajadores un mínimo de 1.400 euros mensuales, con un gerente que no percibe más de 2.000, que avanza hacia el balance cero en la emisión de dióxido de carbono y a la que no le importa embarcarse en proyectos poco rentables económicamente para promover la protección y preservación del patrimonio natural de Canarias. Nunca ha repartido beneficios y es una empresa rentable. Es pionera en Canarias en la realización de una auditoría bajo los parámetros de la Economía del Bien Común.

Limonium Canarias
Creada en 1996 por un ingeniero de Telecomunicaciones y una licenciada en Ciencias del Mar, Limonium Canarias nació con una vocación didáctica, de transmisión de valores de respeto a la naturaleza y al medio ambiente, el campo de juego en el que se mueve esta empresa de turismo activo que ofrece actividades como la escalada, el rappel, el senderismo, la orientación o los circuitos multiaventura con un importante componente de conciencia verde. Para compensar sus emisiones de dióxido de carbono y hacer desaparecer por completo su huella ecológica, ha invertido en una planta de energía fotovoltaica. La mayoría de los empleados cumple una jornada de 35 horas semanales y la proporción entre el salario máximo y el mínimo no supera la relación 1:3. 
Envía Verde
Se mueven en bicicleta por Las Palmas de Gran Canaria para recoger y entregar documentos y pequeña paquetería a cualquier punto de la ciudad, pero también para gestionar todos los trámites que se deben realizar tras el nacimiento de un niño. Envía Verde fue creada en diciembre de 2011 por un historiador onubense y una consultora informática de Toulouse que decidieron asentarse en Gran Canaria, última parada de un largo viaje. Con una media de 50 kilómetros al día a bordo de la bicicleta, la empresa ahorra el equivalente a 30 o 40 kilogramos de dióxido de carbono, que es lo que emitirían en esa distancia una moto y un coche, respectivamente. Aseguran que su servicio es más económico, más rápido y más ecológico. Además colabora con otras empresas mediante intercambio de servicios.
Plántate
Es el único centro especial de empleo –empresas que deben contar con una plantilla donde más del 70% de los trabajadores sean personas con discapacidad- dedicado a la reforestación ambiental en Canarias. La idea partió de un técnico en capacitación agraria que quería vincular su experiencia forestal con la integración en el mundo laboral de discapacitados. Dispone de un local en el barrio de Casablanca III ha sido financiado a través de un préstamo suscrito con la banca ética. Uno de sus proyectos más ambiciosos es el denominado ‘Senderos sin barreras’, que organiza actividades de senderismo adaptado para personas con movilidad reducida o algún tipo de discapacidad. La empresa usa productos ecológicos para realizar tratamientos fitosanitarios y aceite de origen vegetal en la maquinaria forestal. 
IVÁN SUÁREZ
Canarias Ahora